domingo, 1 de mayo de 2011

Paseo matinal

El viento despeina mi pelo, siento el helor de la mañana en mis mejillas pero a estas horas en las que el sol apenas ha levantado el vuelo es cuando todo se torna claro y sencillo. En pocas pedaladas llego al paraíso, a la frontera entre la fría arena y la alborotada humedad del agua y me pierdo en el abismo  de mis pensamientos, allí donde se crea el eco de mis ideas que se repiten incansablemente sosteniendo la sensación de paz, de vacío, de empezar de cero.
La eterna búsqueda de la perfección se detiene en ese preciso instante en que mi pie recibe el primer baño del día, la ola traicionera me saca de mi ensimismamiento y con pasmosa parsimonia vuelvo a montar en la bici y me alejo del vacío, de mis pensamientos y del paraíso que es esa playa para mí.
En ese pedacito de arena y salada agua se encuentran en perfecto equilibrio la soledad y la compañía, la paz y el conflicto e incluso, en ocasiones,  la incertidumbre y la decisión.